miércoles, 7 de abril de 2010

EL PERDON. ¡No es un acto mágico!

Encuentro en la web muchas entradas sobre "La magia del perdón", un título irreal a mi manera de ver, porque esto de perdonar no es un acto mágico de ninguna manera.

Hace algún tiempo, en un programa de televisión conocí la historia de un "farsante profesional" que entre todos sus "papeles" se hizo pasar por sacerdote oficializando así, la boda de una pareja que invirtió mucho dinero en su sueño de contraer matrimonio por el ritual católico. Pasado un tiempo, ya capturado por estafas y otros plagios; el farsante pidió perdón a la pareja que contestó: "Es usted un cínico enfermo, pero si sus disculpas son sinceras debería devolvernos todo el dinero que invertimos en la ceremonia y el festejo para ver si podemos casarnos con un sacerdote de verdad; la rabia y la humillación no la podrá pagar, pero la sofocamos con el amor que sentimos el uno por el otro"

Otra historia relata las acciones de un hombre divorciado luego de la infidelidad de su mujer quién lo abandonó en secreto, tanta era su rabia y su dolor que la despojó de los bienes con falsos movimientos "legales" en la liquidación de bienes conyugales, le disputó la custodia de sus hijos menores y aun logrando ésto, los puso en contra de ella. María buscaba continuamente la oportunidad de ver a sus hijos y en el poco tiempo compartido brindaba su amor de madre. El tiempo permitió que sus hijos estuvieran con ella con libertad. Mientras aquel hombre vive solo y acongojado.

Para finalizar las ilustraciones, Pedro fue un progenitor irresponsable que jamás colaboró en el sustento ni el cuidado de su hijo durante 25 años, éste fue criado por su madre y su esposo quienes brindaron todo lo necesario para que el joven se convirtiera en una persona especial con vocación y ocupación de Médico. Ahora Pedro le busca suplicando perdón y solicitándole le reconozca como padre. El joven médico considera que ya tiene un padre y que no debe preocuparse ahora por él. Le abraza y le expresa que si en algo él puede ayudarle con mucho gusto lo hará.

José Luis Cano expone en éste enlace, que cuando alguien nos daña experimentamos dos cosas. 1) rabia o, necesidad biológica de devolver el golpe; y 2) humillación o herida en nuestro narcisismo. La primera es relativamente breve y fácil de administrar. Podemos descargarla, reprimirla, desviarla o disfrazarla en función de su magnitud y las circunstancias. La segunda en cambio, es dificilmente controlada porque depende directamente de nuestra madurez emocional. Cuanto más infantiles somos más grandes y duraderos suelen ser nuestros rencores, odios y deseos de venganza. Perdonar entonces es, renunciar a nuestro deseo de devolver el daño. Por tanto, si deseamos perdonar de un modo genuino, es decir, sin fingimientos conscientes o inconscientes, necesitamos descargar nuestra ira de algún modo legítimo - es decir, sin hacer daño a nadie - y reducir, por maduración nuestro narcisismo.

Comparto ésta opinión sobre cómo se llega al perdón genuino, es imposible perdonar sin hacer la catarsis de los sentimientos de rabia, dolor y humillación a la que se ha expuesto. Ahora bien, hacerlo legítimamente implicaría a mi modo de ver, expresarlo sin atacar la humanidad del otro. En Colombia diariamente se cometen crímenes pasionales y de otra índole, motivados por la descarga de la ira violenta frente al agresor o más cruelmente, sobre víctimas inocentes quien sufren por los errores y afrentas de terceros.

En la primera historia expuesta anteriormente, vemos como la pareja inicia su dialogo con el "farsante agresor" expresando abiertamente su ira hacia él, aspecto que no fue propicio ni buscado por los protagonistas de las otras dos historias. Reprimir, evadir la confrontación con el ofensor o evitar el encuentro de "acercamiento" de las partes, genera en muchas ocasiones una mayor carga emocional que no favorece el perdón ni los afectos. Por el contrario, se incrementa el dolor y la fantasía de venganza que como ilustra el caso de divorcio se desplazó por muchos años sobre niños inocentes que fueron maltratados inconscientemente por su padre.

Madurar emocionalmente, implica una re-creación de afecto hacia sí mismo, disfrutando de la vida y sus oportunidades para ser más gratos y felices. La pareja de esposos expresan ahogar la humillación con los momentos de amor vividos quizás en su luna de miel y otros antes de saberse engañados en su buena fe. María no respondió a las agresiones de su ex marido, sino sabiamente decidida y dedicada a saborear los pocos momentos con sus hijos sembró amor en ellos quien hoy libremente la acompañan. Y el joven médico cimentó su autoestima en el hogar dado por su madre, aceptando el afecto de un padre no biológico, lo que en consecuencia permitió que el odio y el resentimiento no se apoderarán de su mente y su corazón y trabajando un anhelado proyecto de vida.

Ahora, hay un ingrediente que me parece importante. El perdón viene derivado - ligado al amor propio que se desplaza al otro. No siempre de manera tan "desinteresada y desprendida", refiriéndome con ello sobre la importancia que en algunos casos brinda tener la clara y decidida intención de reparar o solicitar el derecho de ser reparado. En éste punto, el concepto que brinda el artículo 8 del marco legal de la Ley de Justicia y Paz en Colombia me parece propio. Reparación es restitución, indemnización, rehabilitación, satisfacción y garantías de NO repetición. ¡Pudiera éste cumplirse en lo colectivo y lo particular!

La interdisciplinareidad permite que ésto sea posible. Es viable y sano para las partes en conflicto, finalizar con cualquier rencilla, cisaña que permita germinar los odios y las venganzas. Un beso, un ramo de flores, una serenata, una tarjeta con lindas y tiernas palabras, una canción estilo Vicente Fernandez no son garantía de sinceridad y genuino arrepentimiento. La solicitud de la pareja al llamado "cínico farsante" me parece parte consecuente y lógica del que pide perdón y quiere recibirlo; así mismo restituye en parte las costas de la humillación causada en tal ejemplo.

Ahora bien, desde mi punto de vista ésto no tiene nada que ver con la madurez emocional. Y es libre decisión solicitarlo del que ostenta tal derecho ante la Ley. Lo sería entonces, para María si pudiera demostrar las manipulaciones económicas de su exmarido en el proceso legal de separación de bienes, obviamente, delegando ésto a un profesional de tal ciencia, y NO asumiéndolo a su carga personal y emocional, como una forma de seguir cargando con el pesado yugo del rencor y el resentimiento.

Los psicólogos conciben la madurez emocional como esa capacidad de dar y recibir, asumir responsabilidades, adaptarse, sinónimo de salud. Los creyentes, escudriñadores de las sagradas escrituras, saben del "precio" que pagó Jesús como única vía de acceder el perdón del Padre. Un viacrucis de mucho dolor y sacrificio, para que hoy se fuera perdonado por Gracia, amor y aceptación genuina de Jesús sin ningún sacrificio, ofrenda o penitencia. Pero aún con ésta accesibilidad, eso de ser c r i s t i a n o con todas sus letras es una lucha constante con nuestra humanidad narcisista y egoísta. Aspectos que deben madurarse para acceder espontánea y genuinamente al perdón, asi como para brindarlo a otros.
No todos poseemos tal madurez emocional y espiritual. La autoestima golpeada y herida suele defenderse de múltiples formas. Por ello, es importante re descubrirla y alimentarla con vinculaciones más sanas y afectuosas que nos nutran hasta convencernos y creer genuinamente de nuestro valor. El Joven médico tuvo esa oportunidad en su hogar, por lo que el encuentro con su progenitor no fue una batalla de reclamos y demandas. Aún llegando éste a pedir perdón con las manos vacías. ¡No es fácil! ¡no es un acto mágico! Es todo un proceso de amor y valía propia.
¿Que opinas tú?

2 comentarios:

Juan Soto dijo...

Hola Liliana:

Que tal, como estás. Por aquí ando, aunque es verdad: un poco en silencio. Ultimamente no he tenido muchas ganas de escribir, no son tiempos fáciles para mí. He visto las notas que dejaste en el blog de JLC y en el mío, de verdad que eres un encanto.

Un beso
Juan

Maria Iholanda rondon dijo...

Por experiencia me parece mas fácil dar el perdón que recibirlo. Pedir perdón sincero es durisimo, saber y aceptar la falta es también una carga y cuando la persona ofendida ofrece su perdón ayuda con esa carga opresora! Las culpas no perdonadas parece que no envejecen, ni en el alma de quien las recibe ni en el alma de quien las comete!